Ajo contra el cáncer sabias que...


El ajo constituye uno de los ejemplos más significativos de la famosa frase de Hipócrates: “Que tu alimento sea tu medicamento”. Tanto es así que, para muchos, el ajo es considerado más como planta curativa que como alimento.
Es especialmente recomendado en enfermedades cardiovasculares, como arteriosclerosis e hipertensión, ya que tiene actividad anti-aterogénica, hipolipemiante, fibrinolítica y antiagregante plaquetario. Otras importantes propiedades que posee el ajo son: bactericida y antifúngico, antiinflamatorio, hipoglucemiante suave, broncodilatador, expectorante y vermífugo.

En cuanto al cáncer, podemos considerar como enemigo no sólo al ajo sino también al resto de alimentos que componen su familia (la familia de las Liliáceas): cebolla, puerro, chalota y cebolleta. Por suerte, muchos son ingredientes esenciales en la mayoría de las cocinas de todo el mundo.                                                       
Estos vegetales tienen un importante papel sobre todo en la prevención del cáncer del aparato digestivo, en especial del cáncer de esófago, estómago y colon.
Se han estudiado más de 20 compuestos distintos presentes en el ajo y las moléculas con mayor actividad anticancerígena han resultado ser el sulfuro de dialilo (SDA), el disulfuro de dialilo (DSDA) y el ajoeno. Estos dos primeros compuestos azufrados son capaces de impedir la formación de nitrosaminas, sustancias cancerígenas que se forman en nuestro organismo a partir de los nitritos, aditivos usados sobre todo en carnes curadas, conservas y productos de charcutería (salchichón, beicon, jamón,…), aunque también provienen del humo del tabaco y de alimentos ahumados.

Los compuestos presentes en las Liliáceas pueden interferir en el desarrollo del cáncer porque, además de detener estos sistemas que activan algunas sustancias potencialmente cancerígenas, también son capaces de aumentar las moléculas del organismo implicadas en la eliminación de estas sustancias nocivas (potencian, por tanto, la desintoxicación). Con estas acciones, estos alimentos hacen que nuestras células se hallen expuestas a un menor número de agentes cancerígenos, con lo que tendrán menos probabilidades de sufrir daños en su ADN que den lugar al posible desarrollo del cáncer.
Como ejemplo de este efecto protector, se ha visto que, en ratas de laboratorio, el SDA es capaz de neutralizar el desarrollo del cáncer provocado por la NNK, una nitrosamina extremadamente tóxica formada por la transformación de la nicotina durante la combustión del tabaco.

Además de estas actividades directas sobre las sustancias cancerígenas, los compuestos del ajo pueden atacar también a las células del cáncer y promover su muerte por apoptosis (suicidio de la célula). En efecto, en laboratorio se ha tratado con diferentes compuestos de ajo a células aisladas de cáncer de colon, mama, pulmón, próstata e incluso leucemias y se ha comprobado que estos compuestos del ajo provocan cambios importantes en el crecimiento de estas células tumorales y activan el proceso que conduce a su muerte.                                                                 
 
Gracias a su actividad antibacteriana, el ajo es un eficaz enemigo de la bacteria Helicobacter pylori, asociada a una mayor incidencia de úlcera gastroduodenal y cáncer gástrico. Un estudio realizado por el departamento de Gastroenterología del Hospital Ramón y Cajal de Madrid demuestra que la solución acuosa de ajo morado inhibe esta bacteria.

En la cebolla, tenemos una sustancia anticancerígena extra que es la quercetina, un polifenol capaz de impedir el crecimiento de gran número de células cancerosas cultivadas en laboratorio y de interferir en el desarrollo del cáncer en animales.

Además, estas hortalizas son hipoglucemiantes suaves, es decir, ayudan a regular ligeramente el nivel de azúcar en sangre, algo importante teniendo en cuenta que los picos de insulina y de IGF estimulan de manera directa tanto el crecimiento de las células cancerosas como su capacidad de invadir tejidos vecinos. Aunque, por supuesto, lo esencial será tener una alimentación baja en azúcares simples.

 Aunque hacen falta otros estudios para precisar más estas actividades anticancerígenas, la información disponible actualmente, tanto a nivel epidemiológico, de laboratorio como en animales, ya pone de manifiesto que estos vegetales merecen una especial atención en la labor antitumoral.

NOTAS: Los compuestos anticancerosos se liberan cuando estos alimentos son cortados o machacados, por tanto cuanto más picados mejor. Además, se asimilan mejor si van en un poco de aceite, el mínimo para cocinar, o crudos en una ensalada aliñada, por ejemplo.
La dosis anticancerígena ideal sería entre dos y cinco dientes de ajo por semana.
Contraindicaciones: No es recomendable un excesivo consumo de ajo en personas con tratamiento con anticoagulantes o hipotensivos, y en embarazadas.
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